domingo, 10 de junio de 2007


En tus manos

Como una gota de lluvia
Que nace de la tormenta
Voy a caer en ti,

Me recoges entre tus manos,
Haciendo que resbale entre tus dedos
En un vaivén incansable,
Jugando conmigo hasta la saciedad,

Después me dejas caer,
Me sacrificas sin pensar
Sin importarte, que deje de existir.

Swani

sábado, 9 de junio de 2007

Fergus y el caballo de rio

Fergus adoraba exoplorar los lagos y los ríos de Irlanda. Un día mientras paseaba por el lago Rury, dio con el Muirdris, un monstruo horrendo, un caballo de río, del que a penas pudo escapar.
A causa del terror la cara de Fergus quedó torcida, y teniendo en cuenta que los gobernantes no podían tener ningún defecto, los nobles escondieron todos los espejos del palacio y lo mantuvieron a Fergus ignorante.
Un día, Fergus golpeó a una esclava y ella indignada le gritó : "¡Sería mejor que os vengarais del caballo de río que os dejó la cara torcida, antes que cometer actos atroces contra una simple mujer!"
Fergus hizo traer un espejo, se miró y tomo la decisión. Se pusó los zapatos mágicos, tomó su espada y fue al lago Rury.

Durante un día y una noche
bajo las olas estuvo escondido,
pero los ultonianos que en la orilla estaban
vieron el lago hervir y enrojecer con la sangre.
Al mucho rato surgió e la aguas
con la cabeza de Muirdris en sus manos.
¡Ha desaparecido el defecto! En su cara
cada trazo simétrico esta en su lugar:
y todos los que le vieron con el semblante marcado
ven ahora la compostura de un rey, serena.
Sonrió; llevó su trofeo a la orilla,
Y dijo: ¡He sobrevivido!... y se ahogó.



Así fue la muerte de Fergus.


leyenda Anónima.

miércoles, 6 de junio de 2007

El Artista

El Artista

Una tarde le vino al alma el deseo de dar forma
a una imagen del Placer que se posa en un instante.
Y se fue por el mundo a buscar bronce, pues sólo en
bronce podía concebir su obra.
Pero había desaparecido en bronce del mundo
entero; en parte alguna del mundo entero podía
encontrarse bronce, salvo el bronce solo de la
imagen del Dolor que dura para siempre.
Era él quien había forjado esta imagen con sus
propias manos, y la había puesto sobre la tumba
de lo único que había amado en la vida. Sobre
la tumba de lo que más había amado en la vida
y había muerto había puesto esta imagen
hechura suya, como prenda y señal del amor
humano que no muere nunca, y como símbolo del
dolor humano que dura para siempre. Y en el
mundo entero no había más bronce que el bronce
de esta imagen.
Y tomó la imagen que había formado y la puso
en un gran horno y se la entrego al fuego.
Y con el bronce de la imagen del Dolor que
dura para siempre esculpió una imagen del
Placer que se posa en un instante.

Oscar Wilde

sábado, 2 de junio de 2007


Si mil caminos de sueño llevan a ti,
¿Por que me empeño en recorrer siempre la senda equivocada?

En la oscuridad de mi sueño
Recorro una senda tortuosa
Que espero me lleve a ti

El no oírte me deja sorda
El no verte me deja ciega
El no sentirte mutila mi cuerpo

Y a si al final del sendero
Sorda…. Ciega… Mutilada….
No estas tú

Mi alma se desgarra
Agonizando desconsolada
Llorando tu ausencia

Swanilda

viernes, 1 de junio de 2007

Esta iluminación de la materia


ESTA ILUMINACIÓN DE LA MATERIA...

Esta iluminación de la materia
con su costumbre y con su armonía,
con el sol madurador,
con el toque sin calma de mi pulso,
cuando el aire entra a fondo
en la ansiedad del tacto de mis manos
que tocan sin recelo,
con la alegría del conocimiento,
esta pared sin grietas,
y la puerta maligna, rezumando,
nunca cerrada,
cuando se va la juventud, y con ella la luz,
salvan mi deuda.
Claudio Rodríguez

miércoles, 23 de mayo de 2007

Cuento La Casa de Asterión

La Casa de Asterión

Sé que me acusan de soberbia, y tal vez de misantropía, y tal vez de locura. Tales acusaciones (que yo castigaré a su debido tiempo) son irrisorias. Es verdad que no salgo de mi casa, pero también es verdad que sus puertas (cuyo número es infinito) están abiertas día y noche a los hombres y también a los animales. Que entre el que quiera. No hallará pompas mujeriles aquí ni el bizarro aparato de los palacios, pero sí la quietud y la soledad. Asimismo hallará una casa como no hay otra en la faz de la tierra. (Mienten los que declaran que en Egipto hay una parecida.) Hasta mis detractores admiten que no hay un solo mueble en la casa. Otra especie ridícula es que yo, Asterión, soy un prisionero. ¿Repetiré que no hay una puerta cerrada, añadiré que no hay una cerradura? Por lo demás, algún atardecer he pisado la calle; si antes de la noche volví, lo hice por el temor que me infundieron las caras de la plebe, caras descoloridas y aplanadas, como la mano abierta. Ya se había puesto el sol, pero el desvalido llanto de un niño y las toscas plegarias de la grey dijeron que me habían reconocido. La gente oraba, huía, se prosternaba; unos se encaramaban al estilóbato del templo de las Hachas, otros juntaban piedras. Alguno, creo, se ocultó bajo el mar. No en vano fue una reina mi madre; no puedo confundirme con el vulgo, aunque mi modestia lo quiera.

El hecho es que soy único. No me interesa lo que un hombre pueda trasmitir a otros hombres; como el filósofo, pienso que nada es comunicable por el arte de la escritura. Loas enojosas y triviales minucias no tienen cabida en mi espíritu, que está capacitado para lo grande; jamás he retenido la diferencia entre una letra y otra. Cierta impaciencia generosa no ha consentido que yo aprendiera a leer. A veces lo deploro, porque las noches y los días son largos.

Claro que no me faltan distracciones. Semejante al carnero que va a embestir, corro por las galerías de piedra hasta rodar al suelo, mareado. Me agazapo a la sombra de un aljibe o a la vuelta de un corredor y juego a que me buscan. Hay azoteas desde las que me dejo caer, hasta ensangrentarme. A cualquier hora puedo jugar a estar dormido, con los ojos cerrados y la respiración poderosa. (A veces me duermo realmente, a veces ha cambiado el color del día cuando he abierto los ojos.) Pero de tantos juegos el que prefiero es el de otro Asterión. Finjo que viene a visitarme y que yo le muestro la casa. Con grandes reverencias le digo: Ahora volvemos a la encrucijada anterior o Ahora desembocamos en otro patio o Bien decía yo que te gustaría la canaleta o Ahora verás una cisterna que se llenó de arena o Ya verás cómo el sótano se bifurca. A veces me equivoco y nos reímos buenamente los dos.

No sólo he imaginado eso juegos, también he meditado sobre la casa. Todas las partes de la casa están muchas veces, cualquier lugar es otro lugar. No hay un aljibe, un patio, un abrevadero, un pesebre; son catorce [son infinitos] los pesebres, abrevaderos, patios, aljibes, la casa es del tamaño del mundo; mejor dicho, es el mundo. Sin embargo, a fuerza de fatigar patios con un aljibe y polvorientas galerías de piedra gris, he alcanzado la calle y he visto el templo de las Hachas y el mar. Eso no lo entendí hasta que una visión de la noche me reveló que también son catorce [son infinitos] los mares y los templos. Todo está muchas veces, catorce veces, pero dos cosas hay en el mundo que parecen estar una sola vez: arriba, el intrincado sol; abajo, Asterión. Quizá yo he creado las estrellas y el sol y la enorme casa, pero ya no me acuerdo.

Cada nueve años entran en la casa nueve hombres para que yo los libere de todo mal. Oigo sus pasos o su voz en el fondo de las galerías de piedra y corro alegremente a buscarlos. La ceremonia dura pocos minutos. Uno tras otro caen sin que yo me ensangriente las manos. Donde cayeron, quedan, y los cadáveres ayudan a distinguir una galería de las otras. Ignoro quiénes son, pero sé que uno de ellos profetizó, en la hora de su muerte, que alguna vez llegaría mi redentor, Desde entonces no me duele la soledad, porque sé que vive mi redentor y al fin se levantará sobre el polvo. Si mi oído alcanzara los rumores del mundo, yo percibiría sus pasos. Ojalá me lleve a un lugar con menos galerías y menos puertas. ¿Cómo será mi redentor?, me pregunto. ¿Será un toro o un hombre? ¿Será tal vez un toro con cara de hombre? ¿O será como yo?

El sol de la mañana reverberó en la espada de bronce. Ya no quedaba ni un vestigio de sangre.

-¿Lo creerás, Ariadna? -dijo Teseo-. El minotauro apenas se defendió

Jorge Luis Borges

domingo, 25 de febrero de 2007

Leyenda Celta

Angus y la doncella Magica


Cierta vez, Angus Og, hijo de Dagda y Boanna del palacio de New Grange, cayó profundamente enamorado de una doncella a la que había visto en sueños. Sus padres, preocupados por el mal que acosaba a su hijo, buscaron a la joven por toda Irlanda, pero no pudieron encontrarla. Finalmente decidieron llamar a Bov el Rojo, rey de los daanos de Munster y hombre diestro en misterios y encantamientos, quien tras buscar durante un año anunció que había encontrado a la ilusoria doncella en un lago llamado Boca de Dragón.
Angus y Bov viajaron hasta al lago, donde encontraron a quinientas doncellas paseando en parejas, cada joven unida a su pareja por una cadena de oro. Entre todas las doncellas, Angus feliz reconoció a la de sus sueños y le preguntó a Bov quién era la muchacha, así supo que era Caer, la hija de Ethal Anubal, el príncipe de los daanos de Connacht.
Angus se lamentó por no ser lo suficientemente fuerte como para arrancarla de sus compañeras, pero siguiendo el consejo de Bov el Rojo, fue a pedir la ayuda de los reyes mortales de Connacht, Ailell y Maev.
Los reyes mandaron un mensaje al príncipe Ethal, pidiéndole la mano de Caer para Angus, pero él se negó a entregarla. Ante el rechazo de Ethal, las fuerzas del rey Ailell lo sitiaron en su castillo y ante el segundo pedido de mano de Caer, el príncipe explicó que la joven vivía alternativamente bajo la forma de doncella un año y de cisne al año siguiente: "el próximo 1 de noviembre la podéis ver con otros ciento cincuenta cisnes en el lago Boca de Dragón".
Angus fue allí en el tiempo propicio, se acercó a la orilla y llamó a la blanca y alada Caer, le explicó quién era y de pronto se trasformó en cisne él también. La doncella correspondió su amor y juntos volvieron al palacio de Angus, emitiendo una música tan divina que todos lo que la oyeron cayeron en un sueño plácido durante tres días y tres noches.